viernes, 1 de abril de 2011

Maldita bendición.

Con el embarazo ya tan avanzado, le faltaban un par de meses para cumplir, era imposible disimularlo. Las prendas sueltas y el andar lento y cansino, amén de la barriga prominente lo hacían más que evidente. Era ya un poco mayor para tener hijos y era consciente que esta iba a ser su única oportunidad de ser madre. Lo deseaba tanto que vivía en un puro terror temiendo perderlo. Toda precaución era poca. Cuidaba todos sus actos para evitar cualquier peligro y toda situación que las supersticiones tildasen de negativa. Así, cuando la gitana se acercó para coger su mano, instintivamente quiso huir
- ¡ Déjame, Preciosa, que te diga la buenaventura!.¡ Verás que bien p´a tu niño!
- ¡No por Dios, que para mi trae mala suerte antes de nacer!, además no creo que el futuro esté escrito en mi mano. No quiero que me la lea.
La gitana, que aún retenía la mano entre las suyas la miraba con atención. Se le tensó el gesto y no la soltaba, a pesar de los esfuerzos de la embarazada por librarse.
-Dame algo, que yo tambien soy madre y tengo que darle de comer a los chiquillos.  Por el que llevas dentro, acuerdate de los míos.
- Te daría algo, pero no llevo nada. He salido a pasear un poco por que me lo mandó el médico pero como no pensaba comprar no he echado el monedero.
La gitana que no la creía, puso cara de enfado.
-Claro, si tuvieras me darías.... Yo te voy a dar algo. "Tendrás al mejor de los hijos,trabajará en lo que le guste y será muy bueno en lo suyo, llegado el día se casará con una mujer maravillosa, en su matrimonio no habrá ni una discusión y, en su momento, morirá con una muerte dulce, pero, te aseguro que tú no lo verás".
Se fue la mujer a su casa pensando en las palabras de la gitana. Era una predicción maravillosa: su hijo sería feliz en su matrimonio, tendría una muerte dulce y ella se iría antes que él. Todo perfecto. No quería ni pensar en que tuviera que enterrarlo. Rezó para que aquellas palabras se hicieran realidad.
El parto se produjo sin problemas y el niño era fuerte y sano. Ella sin embargo, tuvo algunos achaques: se le subieron los niveles de azúcar y tuvo hipertensión ocular y arterial. Aunque le dijeron que era probable que desaparecieran tras el parto no fue así. Aunque no en niveles elevados pero la diabetes y la hipertensión ya no la abandonarían jamás.
El niño crecía cumpliendo las expectativas de su madre: fuerte, sano, era obediente, inteligente y trabajador. Ella no podía estar más orgullosa, y con la alegría de saber que lo mejor estaba por llegar. No había sido madre joven, y los achaques fueron agravándose con el tiempo: no se cuidó como debía y en una subida de la tension intraocular se quedó ciega. No supieron si el azúcar tambien tuvo que ver, porque no se la cuidaba y la tenía por las nubes, pero su hijo se desvivía por cuidarla y ella solo pensaba " los males que hayan de entrar en la casa para mi, si él no los sufre yo me doy por satisfecha".
El hijo llegó a la Universidad con notas excelentes y allí brilló con luz propia: había escogido una carrera que le apasionaba y en la que desde primer momento destacó sobre sus compañeros. Al terminar la carrera empezó a trabajar en seguida, pues ya le seguían la pista desde antes de terminar varias empresas conocedoras de su valía y preparación. Pudo escoger aquella cuya labor más le atraía. Allí conoció a una chica estupenda con la que empezó colaborando pero que enseguida se enamoraron. Ella era tambien muy inteligente y atractiva y tenían las mismas inquietudes, parecían hechos el uno para el otro.
La madre era feliz viendo como todo le iba bien a su hijo. Adoraba a su prometida que tambien la quería mucho. continuamente le decía que estaba encantada de que cuando se casaran se fuera a vivir con ellos, que como su madre había muerto siendo una niña, era para ella la madre que nunca tuvo. Ella notaba que la chica era sincera.
Cuando vinieron una tarde con unos pasteles para merendar y darle la noticia de que habían comprado un piso y habían fijado la fecha de la boda, lloró de alegría mientras se abrazaba a uno, luego a otra y al final se abrazaban los tres.
La boda fue sencilla pero muy bonita. Como tenían muchas deudas pues estaban empezando, no pudieron estirarse mucho pero lo suplieron con dedicación e ilusión. No había muchos invitados, pero estaban sus seres más queridos y sus mejores amigos. La misa fue bonita y en la comida todos reñian y se divertía. Los novios lo pasaban en grande charlando con los invitados y mirándose con complicidad. La madre  oía las risas y reía como el que más. Ellos no paraban de besarla y expresale su contento.
Llamaron al novio que andaba saludando por todas las mesas para cortar la tarta pues ya andaban por los postres aunque el tiempo se les pasó en un supiro. Llegó al lado de la novia, aun riendose de algo que acababan de decirle, y entre los dos cogieron el largo cuchillo para el primer corte de la tarta. No les salió muy bien el corte  lo que les hizo reirse aun más a ambos sin parar. Un trocito de tarta se había desprendido y cayó sobre la chaqueta. El lo recogió y se lo metio en la boca sin parar de reir, mientras ella miraba a los invitados tambien muerta de risa. Cuando lo volvió a mirar, él ya estaba rojo como un tomate mientras que el horror asomaba en su rostro. No podía respirar, se le había atragantado le tarta y se le iba la vida. Cuando se dieron cuenta e intentaron ayudarle nada se pudo hacer, le golpearon en la espalda para que lo echara pero todo fue inútil: se le había pegado y no cosiguieron desprenderlo. Los ciegos ojos de su madre no vieron venir la muerte y la desgracia, pero en su cabeza flotaba el día que no le pudo dar el dinero a la gitana.

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