sábado, 22 de mayo de 2010

La babosa.

Esta mañana cuando entré en el cuarto de baño para ducharme,  por todo el centro del mismo marchaba lenta y majestuosamente una babosa. Si, eso que parece un caracol divorciado al que el juez le ha quitado la casa. Era de color parduzco, entre marrón y gris oscuro, y en medio de mis losetas inmaculadamente blancas de 40X40 cantaba más que Plácido Domingo.
 Me senté sobre la tapa del váter y me puse a mirarla. Lo primero que pensé es que no era muy espabilada en el arte del camuflaje, y que no creía que confiase en su velocidad para eludir los peligros, pues tardó unos diez minutos en atravesar los cuarenta centímetros de la loseta en que se encontraba cuando llegué. Despues se me vino a la cabeza que si la ve la Procu le da algo, así que había que hacerla desparecer. Lo malo es que me cuesta liquidar bichitos indefensos (excepto moscas y mosquitos) y este no parecía muy agresivo. Las alternativas que barajaba ninguna me satisfacía totalmente: tirarla por el balcón era un poco fuerte, dejarla en el patio o por  fuera de los balcones como hago con las lagartijas era aplazar el problema, no solucionarlo y si la soltaba en la calle no duraba ni un segundo víctima de coches o de pájaros. Convencido trás estos pensamiento que la condena era a muerte, pero apiadándome de ella he resuelto que no seré quien la mate, pero de aquí se va.
He cogido una carpeta de plástico y la he puesto en el suelo  justo en su camino para que se subiera a ella. Como era naranja fosforescente en medio de un suelo blanco cantaba tanto como la babosa, lo que me ha confirmado que el animalito o es medio tonto o de un confiado que te lo flipas. No sé como ha podido llegar a ese tamaño (mide sus buenos cinco centímetros) y edad tomando tan poquísimas precauciones. Cuando ya estaba totalmente dentro de la carpeta, lo que ha tardado un buen rato (incluso para ganar tiempo mientras me he preparado mi té del desayuno), levanté la carpeta y me la llevé a la cocina. Por el camino empezó a levantar la cabeza como oliéndose que algo no iba bien. Si hay leyendas en el mundo de las babosas, a ésta le parecería que iba en una alfombra voladora. Lo malo es que no era ella quien la controlaba. En la cocina como no estaba dispuesto a matarla, aunque no me importa que se muera, he encontrado la solución, la he metido en un bote de cristal de tomate frito que estaba para tirar a la basura y aún tenía un buen culillo. No sé si a las babosas les gusta el tomate frito, pero los caracoles con tomate están buenos así que a lo mejor hasta se cree que la he puesto en un vergel con grandes cantidades de alimento a su disposición. He cerrado el bote y a la basura.
No se cuanto vive una babosa, ni cuanta comida y aire necesita a día, pero espero que le cunda y dure bastante, desde luego con su descuido me parece que poco más iba a durar, por lo que espero con esto, haberle alargado la vida y hacérsela más placentera.... Y sobre todo espero que le guste el tomate frito.

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