miércoles, 9 de junio de 2010

Siempre puede salir algo bueno.

F. es uno más de los muchos chavales que en los ochenta entraron en el mundo de la droga. Tenía el perfil típico: delgado, muy alto, siempre con rápidos andares y el gesto huraño.
Hijo de familia  humilde tenía que buscar el dinero para la heroína en la calle; atracos, hurtos, pequeños robos, trapicheos y pedir, siempre pidiendo, a menudo intimidando a quien pedía, en definitiva, cualquier medio que le proporcionara algo para ir a buscar su dosis. Como la Justicia es tan lenta al principio parecía que se iba a escapar de rositas de todos esos pequeños delitos que cometía; lo cogían los guardias y al rato el juez lo ponía en libertad. Y vuelta a las andadas.
Su padre, harto de que se llevase de casa lo poco que tenían lo echó mil veces , pero al poco su madre lo volvía a meter tras no pocas peleas conyugales. Tras una de aquellas entradas y salidas de la casa paterna se fue de la villa. Supimos de él por sus padres, que descansaron cuando se fue a vivir bien lejos. Así nos enteramos que se casó (o algo así) con una mujer que andaba sus mismos pasos. De esa unión nació un niño.
Un buen día llamaron a sus padres. Estaba en el hospital al borde de la muerte. Los médicos no les daban ninguna esperanza pero sobrevivió. Quedó condenado a una silla de ruedas con medio cuerpo inmovilizado, pero con el mal genio y la ira de siempre.Los padres tuvieron que traérselo porque la mujer decía que ella no iba a cuidarlo. Cargaron con él los pobres y al poco vuelta a sus viejas costumbres; allá que va el buen mozo en su sillita de ruedas zascandileando para buscar algo de dinero para sus asuntos. No pasó mucho tiempo cuando la mujer le mandó a los abuelos tambien al nieto. Ella seguía llevando la misma vida y el niño era un estorbo. De sus modestas pensiones, dos bocas más que alimentar, ya que el hijo, pensionista no contributivo, hacía honor a este apelativo y, con su pensión, tampoco contribuía al mantenimiento de la casa.
El niño vino con todos los trucos aprendidos para hacer sus santa voluntad. Hijo de padres que nunca se preocuparon de su educación, sabía como conseguir hacer lo que quería. Sus padres pasaban de él y lo único que les importaba era que los dejase tranquilos para poder drogarse. Nunca había ido al colegio, comía solo lo que decía que le gustaba y no obedecía en absoluto ni a los abuelos ni a  nadie. Poco a poco lo fueron educando entre abuelo y abuela  (algo así como poli malo, poli bueno) y consiguieron escolarizarlo. Al principio los engañaba diciendo que nunca traía deberes ni nada que estudiar, hasta que los profesores hablaron con ellos para decirles que el nieto no avanzaba ni llevaba nunca las tareas.Desde ese momento el abuelo empezó a supervisarle los deberes, y la abuela poco a poco va consiguiendo que coma más cosas. Me dicen que el chiquillo empieza a ser otro, más dócil y responsable. Poco a poco empieza a asumir que la vida obliga a ciertas cosas y que no puede ser siempre lo que uno quiere. Me alegro.
Les tengo cariño a esos pobres padres/abuelos que se han llevado toda la vida padeciendo la mala cabeza de ese hijo que no les ha dado más que disgustos y ahora, ya viejos, tiene que educar a un nieto temendamente dificil. La abuela intenta darle caprichos que ya le han dicho que no son buenos y que no le convienen, pero... qué no hace una abuela para contentar a un nieto. La vida siempre ha sido dura con ellos y ni en su vejez les permite descansar.
Me gustaría que tuvieran suerte y éxito con la educación de ese nieto,  que esa alegría les compensara de tantos disgustos. Que de todo esto saliera, al fin, algo bueno. Que la vida de ese inconsciente hubiese producido al fnal algo que mereciera la pena. Quiero creer que es posible y que así va a ser, que de tanto ingrediente malo puede salir algo bueno. Al fin y al cabo, es del estiércol de quien saca las mejores fuerzas la semilla de la rosa para desarrollar su belleza.

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