martes, 1 de junio de 2010

Se acabó la feria.

Dice el refrán que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista. Por fin acabó el slalom lúdico-laboral de esta semana. De martes a martes no he tenido una noche normal de dormir en mi cama y a su hora. Entre la feria y las guardias todo ha sido un disloque. Claro que la percepción no es la misma en las noches de guardia que en los trasnoches feriantes: ambos cansan pero no es lo mismo. De todos modos, ya necesitaba un poco de normalidad; el cuerpo acaba por añorar la paz de lo cotidiano, por muy divertida que sea la alternativa. Tengo además problemas con internet en el ordena de la botica, por lo que no puedo actualizar en él. Como es en el que suelo hacerlo, la periodicidad de las entradas se va espaciando. Tengo escritos en mi cuaderno de apuntes un montón de ideas y trozos para publicar, pero cuando tengo tiempo no tengo internet, cuando hay internet no tengo tiempo y cuando tengo de ambos me faltan las ganas. En definitiva me he tirado al palo. Ahora ya trataré de volver a las viejas costumbres, tiraré de mis notas y espero sacar un texto casi todos los días. Para los próximos tres o cuatro ya está casi todo el trabajo hecho. Hago propósito de la enmienda, o amenazó con ser más pesado, miradlo como queráis. Pero, igual que MacArthur, os aseguro que volveré.

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