domingo, 11 de abril de 2010

No importa lo que eres, solo lo que pareces.

Cuando en la tarde del 7 de Junio de 1926 en el cruce de la Gran Via de las Cortes catalanas y la calle Bailén un tranvía de la línea 30 atropelló a un anciano malvestido con ropas gastadas y viejas, aspecto descuidado, cogidas algunas de sus prendas con imperdibles, indocumentado y con unos Evangelios como única pertenencia, casi nadie le prestó ninguna atención. Nadie acudía a auxiliarlo hasta que un guardia civil paró un taxi que lo llevó al Hospital de Santa Cruz donde fue ingresado como un indigente más y apenas se hizo nada para tratarlo.
Solo ya de noche cuando el capellán de la Sagrada Familia Mosen Gil Parés advirtió la ausencia de su modesta habitación en un anexo de la Catedral, empezaron a buscar al Maestro incluso en casas de socorro y hospitales.Hasta el día siguiente no lo encontró reconociéndolo como el indigente atropellado el día anterior y practicamente abandonado en una sala del hospital. El desconocido resultaba entonces ser el gran arquitecto Antoni Gaudí, artífice de la Catedral de Barcelona y figura de prestigio mundial. Gaudí iba, como todos los días, a rezar a la Iglesia de San Felipe Neri cuando ocurrió el desdichado accidente.
Cuando la prensa dió la noticia del atropello de Gaudí todas las personalidades de la ciudad acudieron al hospital. Allí se vieron políticos, obispos, cardenales, arquitectos, nobles y lo más granado de la sociedad catalana.  Entonces acudieron a tratarlo todos los eminentes doctores de la ciudad para evaluar el alcance del daño causado por el atropello, pero ya era tarde, a consecuencia del accidente fallecía tres días después.
El 12 de Junio fue enterrado en presencia de todas las Autoridades y personalidades barcelonesas y de grandes multitudes que querían darle el último adios a un hombre tan genial.
No es posible hoy día asegurarlo, pero cabe la posibilidad de que si hubiese sido atendido desde primera hora quizá se hubiese podido hacer algo más por él y tal vez hubiese salvado la vida. Quizá si hubiese ido documentado hubiese sido reconocido y por tanto tratado desde un primer momento y quién sabe si no hubiese sobrevivido. 
El trágico suceso, totalmente real, tiene una moraleja similar a la que se decía de la mujer del César, que no solo tiene que ser honrada sino que además ( y quizás más importante) tambien parecerlo. No basta con ser un genio para ser tratado como tal, tienes que acreditarlo. Si pareces un mendigo te dejan abandonado a tu suerte en una sala del hospital ... y ahí te pudras.

No hay comentarios: