lunes, 6 de junio de 2011

La triste felicidad

A veces la vida nos golpea con toda su alma, y nos parece haber chocado contra un muro.
Hace unos diez días nos cruzamos por la calle  con alguien a quien en casa teníamos un gran afecto. Hacía algún tiempo que no lo veíamos y nos alegramos de poder charlar con él. Era un hombre ya mayor, jubilado, andaba con su bastón, y lo vi bastante más envejecido que la vez anterior, como si estuviese pasando por alguna enfermedad o mal momento. Siempre fue muy activo y algo impaciente, incapaz de estar mucho tiempo en el mismo sitio o sin hacer nada. Cuando se jubiló se dedicó a cultivar algunos "hobbies"que lo mantuvieran ocupado, pues era incapaz de estar mano sobre mano. Como en algunos de éstos coincidíamos, cuando pasaba por delante de la botica se paraba y charlábamos sobre lo que estabamos haciendo cada uno en ese momento. Pero ya llevaba algunos meses sin pasar por allí, y era camino obligado de su casa al lugar donde hacía sus "trabajillos". Por eso al cruzarnos el otro día le pregunté -¿No pasas por allí ahora, es qúe no vas ...?- Me sonrió, con gesto cansado.-No estoy bien, tengo una depresión....-Venga hombre; ahora que puedes disfrutar haciendo lo que te gusta-. Eso digo yo: no tengo problemas, mis hijos gracias a Dios trabajando, en mi casa no falta ni gloria, los nietos más bonitos del mundo, no tengo más que motivos para ser feliz y darle garcias a Dios, pero, ya ves, triste y sin ganas de nada. Ahí voy, al casino, a ver los toros, que sabes que  me encantan, y me obligo a salir de casa para verlos por que si no me quedaría allí como una planta, sin moverme para nada. Y con todo lo que me gustan, cada día me cuesta más trabajo. Menos mal que viene la feria y voy a ir todos los días a ver si me animo y poquito a poco me voy arreglando, porque yo me digo a mi mismo que estoy tonto, con lo bien que podía estar yo ahora y fijaté.
Le deseamos que se animara y quedamos en vernos en la caseta el primer día de feria para pasar un buen rato juntos. Comentamos una vez que se fue que no lo veíamos bien, lo puñetera que es la vida, la suya entera trabajando, y ahora que podía ser feliz rodeado de hijos, nietos y gente que lo quiere, con una tristeza en lo alto que no lo dejaba vivir.
Lo vimos en la caseta, creo que haciendo cuanto podía para dejar atrás esas penas. Creo que disfrutó de esos ratos. Lo vi sonreir, charlar con unos y otros, con muchos de los suyos cerca. Me dijo que los nietos que vivían fuera llegaban al día siguiente y que probablemente no vendría a la feria para que los padres pudiesen venir pero sobre todo, para disfrutar de ellos a sus anchas.  Estar con ellos era mucho mejor que todas las ferias del mundo, y se le notaba que lo estaba deseando. Durante toda la feria se le vió animado, parecía  remontar, hasta de aspecto le habíamos notado el cambio.
Un accidente absurdo, algo que no parecía excesivamente grave. Surgieron unas complicaciones y hoy, una semana justo después acabamos de enterrarlo.
La vida es algo inexplicable. La queja popular dice que Dios le da pañuelos a quien no tiene mocos. Cuando se tiene todo en la vida la mente se empeña en cortarte las alas. mientras más motivos tienes para gozar, más se te cruzan los cables. Él comprendía que tenía montones de razones para ser feliz. Era consciente de carecer de motivos, pero estaba triste, y eso era lo más triste de todo. Quiero creer que ahora, desde arriba, podrá disfrutar de sus hijos y nietos, de los amigos, sin que su mente, ahora si ya libre, le juegue de nuevo otra mala pasada.

No hay comentarios: