domingo, 7 de marzo de 2010

Una lagrimilla en el cine.

Procuro que nadie se entere, pero cuando una película me conmueve se me forma un nudo en la garganta y a menudo tengo que limpiar una lágrima que se escapa. Tanto tiempo cultivando el "los chicos no lloran" que me avergüenza en el momento ese sentimiento que parece de debilidad, y procuro que la lágrima ni asome, pero ahí está apareciendo cuando menos me lo espero.
No tiene que ser una gran película, ni siquiera el motivo ha de ser grandioso. Cualquier película de serie B, cualquier situación más o menos melodramática puede desencadenar la reacción. Se me seca la boca, un nudo me impide tragar, un puchero involuntario en los labios y una lágrima en cada ojo. Debo ser de una especie rara de insensible sentimentaloide, porque lo que hoy me deja indiferente puede que ayer me hiciese llorar. Parece como si hubiese dias que uno estuviese más sensible que otros (algunos la lágrima sale por lo más mínimo).
En el fondo (y lo negaré siempre en público) aunque en el momento siento vergüenza, creo que me gusta ser así. Me parece que eso me hace más humano, saber que hay cosas que aunque no me incumben me emocionan, y que puede dolerme lo que le pase a los demás. Me hace verme más débil, pero también  siento que los otros me importan porque sus cosas pueden afectarme. En un mundo en el que cada uno mira solo por sus intereses, esa capacidad de sufrir por lo que les pase a los otros me parece que me puede hacer más comprensivo y, en definitiva, mejor persona. 

1 comentario:

Álvaro Sánchez dijo...

Yo lloro hasta con el telediario! Y que se me ponga delante el que me llame débil!! >:(