sábado, 9 de enero de 2010

Fauna iberica: el macho dominante.

Nadie le soportaba. Él se creía poseedor de todos los derechos y, por tanto, libre de todo deber. Dante Negro y Romero había nacido para hacer lo que quisiera.
En las tiendas procuraba no aguantar colas  "colándose"  en cuanto podía. Parecía pensar que el resto somos tontos y no nos damos cuenta de nada. Los que lo conocían lo dejaban pasar por evitarse una bulla.Un día mientras charlaba distraido con otro en el supermercado, una mujer puso sus cosas en la cinta creyendo que ellos estaban esperando algo o a alguien. Aquello no era un hombre, Si abren la caja de Pandora no sale tanto veneno.Tenía tal tensión que parecía que la piel era de dos tallas menos que su cuerpo. Los ojos se le iban a salir, abiertos y brillantes como enfebrecidos. Estaba de puntillas para parecer más alto, con el cuerpo hacia adelante para intimidar, la cara como un tomate y las venas del cuello  a punto de reventar...
-¡SEÑORA! ¿ No ha visto que yo estaba antes? Lleva uno aquí dos horas y usté acaba de llegar y se quiere colar... - La pobre señora se quería morir de la vergüenza, se apartó cabizbaja sin decir ni media.
Verlo conducir por Sevilla en hora punta era un espectáculo de imagen y sonido. En cuatro o cinco coches a la redonda nadie se libraba del insulto: ni una madre decente, todas las esposas casquivanas, ni un varón sin el honor mancillado o de determinada inclinación sexual.....Avanzaba con derecho de ocupación de todos los carriles, dando bandazos y exigiendo que todos se apartasen de su camino. El no tenía que avisar de sus maniobras, los demás tenían que adivinarlas, pero pobre del que no señalizara las suyas... Le caían todos los exabruptos del mundo. Mientras insultaba les seguía con mirada de desprecio y más de una vez a punto estuvo de chocar con el de delante por seguir mirando al objeto de su ira.
Le dio un infarto y tuvo suerte porque estaba cerca del hospital y pudieron salvarle. Al darle el alta le advirtieron que tenía que cambiar de actitud o le costaría la vida. Dicho y hecho. Durante unos días parecía que le habían dado la vuelta como un calcetín: no tenía prisa, hablaba en voz baja, no quería saber nada de conflictos. Parecía un cartujo; todo era contemplación, sosiego y silencio. Pero "el que nace lechón muere gorrino" y "poco duró la alegría en casa del pobre", al cabo de un tiempo volvió a las viejas costumbres, había perdido el miedo y quería recuperar sus prebendas. No podía vivir sin su mal genio.
Al poco le repitió el infarto, pero ahora no tuvo tanta suerte. Nada pudieron hacer por él. En un arrebato de esos que cogía, cuando más agitado estaba, el corazón dijo hasta aquí llegamos, empezo a faltarle el aire  y como los capataces dijo " Ahí queó", y Ahí se quedó. No pudo o no quiso aprovechar el aviso y la oportunidad que la vida le dió. "Genio y figura... hasta la sepultura". Descanse, ahora si, en paz.

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