lunes, 18 de enero de 2010

Manolito

A media mañana si hace bueno, suelo salir a la puerta, para despejarme un poco. Siempre sobre la misma hora, raro es el día que no pasa por allí Manolito. Viene de su cole, caminito a casa, con su bolsa de plástico,casi siempre vacía, bajo el brazo. Apenas dobla la esquina me busca con la mirada y al verme me sonríe y acelera un poco el paso.
Manolito,tiene algo más de cuarenta años, la cabeza rapada con una acusada calvicie, el cuerpo robusto y síndrome de Down.
Anda siempe con la cabeza gacha y el gesto adusto, solo cuando me ve se le alegra  la cara. Los niños se meten con él y, a veces, tiene que salir huyendo. Una vez le dieron una pedrada y le abrieron una brecha. Desde entonces los niños le cantan "Un tolondro, atolondrao", él, apenas los oye, huye como alma que lleva el diablo.En mi calle lo dejan tranquilo porque saben que lo defiendo. Por eso siempre se alegra de verme y se para conmigo.
- ¿ Cómo va la cosa, Manolito?- Siempre responde igual-  Mu bien, gracias, p´a casa a ver si hay pollo.
A veces le doy un caramelo, que se guarda mientras explica:-p´a luego, que  mi madre me riñe.
No puedo evitar la tristeza al verlo alejarse hacia su casa. No entiendo por qué ocurren estas cosas. Sé como pasa, pero no el por qué....
Al recordar el síndrome de Peter Pan, aquellos que no quieren dejar de ser niños, me parece que Manolito, y los que son como él son como un paso más: no dejan de ser niños porque no saben que eso puede hacerse.
Quiero pensar que Dios, cuando permite el daño da el bálsamo que lo alivia.
Una vez le pregunté a Manolito si era feliz. Me miró con ojillos alegres.
- Claro, si los niños no me pegan, si hay pollo, y cuando usté me da el caramelo. En esta calle si.- Se me hizo un nudo en la garganta, y casi se me saltan las lágrimas.
No puedo recordarlo sin pensar con que poco se conforma alguien a quien tan poco se le dió. Y aún le sobra para hacerme a mi un poco más feliz con su agradecimiento. Soy yo quien debe estarle, por tantas cosas, eternamente agradecido

3 comentarios:

arviman dijo...

Bonito texto, Javier. No caigo ahora en quién es el protagonista, pero aún así gusta leerlo :)

Anónimo dijo...

Lágrimas saltadas y ganas de conocer a Manolito, no te digo más...

Concha Rivero dijo...

Sí, los niños Down son realmente entrañables. Forma parte de su patología supongo, porque todos son bellisimas personas en su simplicidad. Las amigas que tengo con niños con ese sindrome, una vez superado el disgusto y el trauma inicial de tener un crío así, dicen (todas) que te dan mil satisfacciones y que te devuelven el cariño multiplicado por mil. Pero hay algo que las tortura: el que vá a ser de ellos cuando ellas falten. En fin...