viernes, 11 de diciembre de 2009

CACHIVACHES DEL SOBERAO: LAS JOYAS

Esta mañana he tenido en mis manos dos de los pocos tesoros materiales que poseo. son dos libros de bolsillo,de colecciones baratas, un ejemplar en octavo de "La familia de Pascual Duarte" y otro de "La colmena".

Tienen sus páginas un tono casi ocre porque son  ediciones de los 80 y el papel , duro y basto, no es de buena calidad. No soy persona que le tome un gran cariño a las cosas, pero esos libros, para mi, son especiales.

 A principios de los ochenta tenía poco más de veinte años y estaba a punto de acabar mi carrera. Al pueblo de mi madre iba Camilo José Cela a dar un pregón por las fiestas de la recogida de la aceituna. Yo había leído buena parte de sus libros y lo admiraba enormemente. Entonces me parecía el ingenio echo escritura y dueño de una desinhibición tan total que me parecía muy valiente. Yo, que soy pudoroso, lo soy más de desnudar el alma que el cuerpo, y él despelotaba ambos con absoluta indiferencia. Me fascinaba lo que decía y, sobre todo, como lo contaba. En seguida vi que no habría oportunidad mejor de pedirle un autógrafo.
 Nunca tuve mis libros en ediciones de lujo, pues prefiero comprar muchos libros baratos que pocos caros, ya que el texto es el mismo sea cual sea la edición y el precio no. Decidí no comprar libros para su firma, prefería que fueran "realmente" los míos.  Escogí estas dos obras por ser la primera obra y La colmena por ser la que más me había gustado ( a él le gustó la elección, según me dijo).

 El pregón fue estupendo ya que era un magnífico orador. Se había preparado el tema e incluyó algunas de las palabras de uso local, lo que encantó al personal. A continuación se celebraba una cena en su honor en el patio del ayuntamiento, a la que, por supuesto, yo no estaba invitado. Tuve que conchabarme a un municipal que estaba de guardia (y que me conocia desde pequeño) para poder colarme prometiendole que sería solo un momento. Al llegar a donde estaba don Camilo con el alcalde vi que nadie le prestaba la menor atención. Me acerqué y era el único que había llevado libros, nadie le había pedido un autógrafo; no podía creerlo, yo que esperaba ser el último de la fila... El alcalde me quiso fulminar con la mirada, pero yo me hice el tonto y mostrándole los libros a Cela le pregunté: ¿ Sería tan amable de firmármelos?


- ¡ Como no! - me respondió muy amable. Torpe de mí, había dejado el boli en el chaquetón junto al municipal. Mientras los miraba preguntó si alguién tenía un bolígrafo, y el alcalde sacó de su chaqueta el suyo y se lo dejó ( gracias a eso el alcalde puede decir que con su boli escribió Cela). Mientras escribía me dijo que eran dos buenas muestras de su obra. Cuando acabó solo pude darle las gracias, estaba como mudo. Él, al devolvérmelos, espero a que leyera las dedicatorias y luego me dijo: Lo que digo lo cumplo. - Y me dió un abrazo.
Algun tiempo después supe que, excepto en actos concertados, era reacio a firmar autógrafos y que a veces era cruel diciéndole a la gente que nones. Si lo llego a saber, a lo mejor no me hubiese atrevido. Creo que el hecho de que el único que llevase libros fuera un chiquillo (entre tantos sesudos señores que probablemente no hubiesen leído un libro en su vida ) le hizo gracia y lo predispuso bien, pues fue muy agradable.
Luego vino su premio Nobel, el reconocimiento universal, y muchos otros buenos libros...
Hoy, cuando veo esos libros recuerdo aquel encuentro con un hombre al que yo admiraba y que fue muy atento conmigo, a pesar de la fama de antipático que tenía. Donde estés, gracias.






3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre me ha gustado esta historia, pero nunca la habías contado con tanto detalle ^_^

os leo y me entra mono de escribir... pero últimamente no tengo nada de tiempo... en fin, a ver si dentro de una semana estoy menos liada... BSS

Concha Rivero dijo...

Entrañable anécdota, de esas que contarás a tus nietos. Yo creo que también se lo he leido casi todo. Pero a mi me pasa con determinadas personas, que aunque sean buenos autores, si me desfraudan como personas les cojo mania. Me explico. Yo era de las que me lei todo lo de Perez Reverte, todo, hasta que un día le leí una crónica en el extraordinario dominical del pais. Era tan despreciativo, tan prepotente, tan intransigente y tan egocentrista que me juré no leerle más. En menor medida, lo mismo me pasó con Cela. Era un hijo de puta literal. Cruel y despiadado. Y Juan Ramon Jimenez, el del dulce Platero, un maltratador canalla ( si no, lee las memorias de Zenobia Camprubí, su mujer). Y otro que me caía fatal aunque lo conciderase un genio: Fernando Fernan Gomez. Son personas dotadas de un DON con mayuscula, pero que luego para compensar tanta generosidad divina son hijos de la grandisima. No se puede ser perfecto.

j.garq dijo...

A Concha: Procuro separar la obra del individuo. Si juzgamos por los actos no se salva ni el Tato. Por eso admiro a los escritores y procuro ser benévolo con la persona, aunque algunos no hay por donde cogerlos. Cela era bastante borde, aunque conmigo no lo fue. Lo de J.R. Jimenez es que era más burro que Platero, y, sin que sirva de justificación pues no la tiene, eran otros tiempos...