jueves, 11 de febrero de 2010

El dolor del amor (y 3). La ausencia.

Ayer estuvo en la botica una vecina que perdió a su marido hace unos meses.Venía del médico pues quería que le diera de alta (aun estaba de baja por depresión desde la muerte de su marido). Me decía con lágrimas en los ojos que no podía superarlo. Ella, que era una mujer toda vitalidad, se quedaba en la cama hasta las tantas, sin ganas de hacer nada. La casa, ahora tan sola, la asfixiaba, y había comprendido que tenía que salir, volver a trabajar, charlar con gente y  llevar de nuevo una vida normal o no sería capaz de remontar nunca el vuelo. No podía dejar de pensar que, para todo, él siempre estaba "allí". Recordaba la muerte de su madre, producida pocos años antes como un dolor muy grande, -Pero él estaba allí conmigo para darme ánimos, ¿quién me va a animar ahora?- Ya no podía dejar de llorar, le cogí el brazo para consolarla y se agarró a mi mano. - Ánimo, Carmen, tienes a tus hijos y tu nieta, en ellos tienes que apoyarte y poquito a poco salir. Una leve sonrisa de agradecimiento llenó su cara y se fue. Estuve un rato recordando a su marido.
El hombre murió relativamente joven, no llegaba a los sesenta, víctima de un cáncer que lo fue consumiendo y se lo llevó en dos años. Los últimos tiempos fueron horribles, el deterioro era total: apenas podía moverse, un rictus de dolor en su cara y un ansia: conocer a su primera nieta que estaba a punto de nacer. Lo consiguió,  la disfrutó  algo más de un mes ( si es que el concepto "disfrutar" es correcto en un ser repleto de dolores e inmóvil, esperando el descanso de la muerte. Lo he puesto porque no se cual otro usar).
Era una persona tremendamente afable. Sencillo y servicial nunca decía a nadie que no. Callado y tímido, hay gente que no le conocía el tono de voz. Guisaba muy bien, se dedicaba a preparar todo tipo de platos en monterías, jornadas de caza, fiestas y comuniones en el campo.... Para darle de comer a 200 personas era único. No sabía hacer cosas sofisticadas, lo suyo era el arroz, los garbanzos, chícharos, la carne con papas y otras "delicatesen" por el estilo.
Un día,cuando ya la enfermedad se hizo evidente, pasó con el coche por la farmacia. Yo estaba en la puerta  y lo saludé. Su hija, que era la que lo llevaba, detuvo el coche a mi altura y por la ventanilla charlamos un rato. Le pregunté que como estaba y me dijo que regular ( ni en sus peores momentos se quejaba fuera de su intimidad), intenté darle ánimos y decirle que todo iba a salir bien (ambos sabíamos que no) y el trataba de forzar una sonrisa, le dije que tenía que ponerse bueno y hacerme un potaje en el campo que yo quería invitar a unos amigos. Me contestó algo que se me quedó grabado: "Eso está hecho, no tienes mas que decir donde y cuando, la gente que va a ir y qué quereis comer..... Pero no tardes mucho que quiero hacerlo".
No llegó ese momento, fue estando cada vez peor y yo ni me planteé volver a citarle el asunto. Lo vi poco antes de su muerte, me sonrió como pudo (sus dolores permitían ya poco más que una mueca) y me lo recordó.- No pude hacerla pero he pensado mucho en tu comida-. No supe qué contestarle, ahora le diría que se la hiciera, donde está, a mis padres, mis tíos, mi suegro y tantos que quiero y que perdí, que se la haga como si fuera para mi; seguro que comen bien.
Despues de toda una vida juntos, de soportar sinsabores y compartir alegrías, esa ausencia del que se va primero es el último dolor del amor, el de haber perdido para siempre lo que fue todo para ti. Si sirve de consuelo, pienso que solo queda apoyarse en los buenos recuerdos que el ausente dejó.

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